lunes, 6 de febrero de 2012

HISTORIA D. LOPE F. MARTÍNEZ DE RIBERA


RECUERDOS DEL CAUTIVERIO
Una fiesta de la Inmaculada en la cárcel Modelo
Por Lope f. Martínez de Ribera
Los campos de trabajo, las horribles y trágicas celdas de las cárceles del S.I.M. Los sollados de los barcos convertidos en prisión por el gobierno rojo, y los húmedos calabozos de Montjuic, volcaban en la cárcel Modelo pobres seres a quienes el odio y la saña de carceleros y verdugos se había cansado de perseguir.


Salían de las sombras a la luz de un oivido semejante a la muerte, se abrían sus almas a una vida más clara. Los gestos hoscos, el terror que las torturas más crueles habían impreso en sus rostros demacrados y pálidos, se transformaban acariciados por la serenidad de una vida más plácida que aquella a que les sujetó la crueldad de unos hombres sin ley; sin otra ley que la del oido.
Y a los pocos dîas de llegar a la cárcel, sonreían al sol en los patios abiertos a su afán de recreo y convivencia, de conversaciön y camadería. Lentamente se iban recuperando. Habían podido ver a sus esposas, a sus hijos, a sus amigos. Hasta habían podido besar las yemas de los dedos queridos cuando sus familiares les trataron de acariciar a través de rejas y alambrados. Algunos habían recibido pan de los suyós, tal vez bañado en lágrimas; pan que quizá se tuvieron que arrancar de la boca para olvidar en algo las martirizantes hambres del preso, sometido a un régimen, inhumano y cruel. ¡El hambre del preso!
Yo he visto cómo la sombra de un hombre se arrastraba por el negro suelo de las galerías para lamer el caldo sucio que se derramaba de los baldes en que se distribuía el rancho a los reclusos, y cualquiera puede comprobar el número de víctimas que el hambre y la misería volcaban diariamente en el déposito de la cárcel. ¡Triste hilera de vencidos por la muerte, en una lucha sin posibilidad de victoria!
¡Que fuerte el hombre y cuánta su resistencia espiritual!! Rodeada por los fantasmas del hambre, la miseria y la muerte, aún encerraban las almas canciones y sonrisas...

Por la mañana, comulgamos, olmos misa.....En la celda convertida en tabernáculo y en templo por nuestra religiosidad, servíanos de guia una pequeña cruz salvada de los crueles de los sicarios del S.I.M. Era el altar, la humilde mesa de pino sin pintar que servía de centro a nuestro refectorio. Por cáliz, un vaso de cristal; por patena, un pequeño plato de barata loza; por vinageras, dos pequeños frascos de vidrio sin pulir. La celda mísera, no sé por que milagro, engalanábase de majestad, u cuando el sacerdote, limpio de ornamentos, abria el sacrificio de la santa misa, con sus manos unidas en devota actitud impresionante, sumíamonos todos en la emoción hondisima que eleva al hombre de la tierra a la altura, vistiéndole de ese algo divino que el cielo presto a todo lo inmortal.
Los primeros cristianos orando en las catacumbas bajo la persecución de un Diocleciano; la oración de los mártires de Cristo en las ergástulas de Roma, antes de salir al sol del último sacrificio, y el rendimiento místico de los misioneros en tierras infieles, al acudir a la llamada de la liberación de la materia, semejarse debieron, en fuerza emocional, a la estampa devota de estos instantes inolvidables, en que un puñado de hombres se humillaban rendidos ante su Creador, pidiendo clemencia, y resignados al sacrificio, en aras de su patriotismo y de sus convicciones religiosas....¡Místicos instantes de inolvidable elevación!....La hora santa vertia su misterio dulcísimo sobre nuestros corazones. Nunca con más claridad he comprendido a Dios, ni nunca espero verme tan cerca de EL.....Imborrable recuerdo dejaron en mi alma estos instantes venturosos en que, hombre y fuerte, rendíame, débil y niño, como el resto de mis compañeros, ante Dios.
Luego, a la tarde, en la misma celda, adornada con la bandera nacional (bandera de papel en las que campeaban las flechas, el yugo y el escudo imperial de nuestra Patria) celebrábase la velada literaria; fiesta en la que cada verso era una oración y cada oración una lágrima.
Versos de Santos Alcocer, el aniñado y travieso redactor del "El Debate"; de Merino, el pulcro poeta andaluz de clásica estructura y mística esencia; de Bellido y de Alsina, poetas jóvenes de exaltada imaginación y gusto modernísimo; de Pérez de la Osa, el exquisito y delicado catedrático madrileño, cuyas estrofas vibraban suaves, pulcras, limpias, retóricas, amables, emotivas; de Rafael León, el mejor poeta de la Andalucía joven, hábil engarzador de metáforas y ritmos nuevos, que ha sabido encerrar en normas lorquianas la emoción poética a que el creador de esta escuela nunca pudo llegar....Y con ellos el catedrático español, directivo de "El Debate", don Miguel Herrero, elegante y culto en el decir, hábil en la sátira, agudo en el concepto, purísimo de léxico, limpio de toda mácula en la forma y ameno en el donaire...Y los versos míos, con sus versos; emocionados todos y exaltados en el más alto patriotismo y el misticismo más puro de José María Huertas, joven periodista amigo de todos, noble camarada de todos, hermano bueno de todos, a quien, al igual que a Luis Ferrer, se nos llevara el S.I.M., quizá para siempre, en la cobarde huída, en nueva ruta de martirio.

Son las celdas de la Modelo de dos metros y medio por cuatro, poco más o menos, y eran las asistentes a estas fiestas, treinta y ocho o cuarenta. Hacíase irrespirable el ambiente; soportábamos las horas aquellas materialmente prensados; pero...¡Cuánta emoción y qué noble afán el que a todos nos unia! Las estrofas "Oriamendi" y "Cara al Sol" y los Himnos alemán, italiano y español, cerraban el acto cantados a media voz, con los brazos en alto y la emoción puesta en Dios, en España y en Franco...
Nuestras esperanzas de entonces, son hoy soberbia realidad; nuestros versos, plegarias lanzadas como heraldos a la Victoria, han llegado a los pies del Señor y de su Santísima Madre, que escucharon nuestras preces y nos han devuelto a la vida, a nuestros hijos, a nuestro Caudillo Franco, a nuestra España y a la causa que movió todos nuestros impulsos conscientes e inconscientes...¡Con qué alegría, con cuánta ilusión vivimos todos aquella fiesta, la fiesta de la Inmaculada, con cuánta generosidad ha pagado la Virgen nuestras preces! A lo largo se nuestra vida persistirá el recuerdo de aquella fiesta, la primera de las que los escritores presos en la Modelo ofrendaron a su Dios, a su Patria y a su Caudilo, con el alma de rodillas y el espíritu encendido en la más noble de las renunciaciones. Pudo la chusma roja dar nuestros cuerpos vestido de rejas y dolor; logró encerrar nuestros impulsos materiales en la triste geometría de las celdas trazadas con ángulos martirizantes; consiguió humillar con su fuerza bestial a nuestros músculos, incapaces de romper su tinglado de acero, de hierro y de plomo; pero nuestro espíritu, el espíritu, de los hombres de Falange, supo volar tan alto, tan recias crecieron sus alas, y sus ansias de cielo y de futuro eran tan infinitas, que al hierro vencieron, al acero destemplaron y al plomo supieron oponer coraza milagrosa con que vencer el dolor y la muerte. Coraza de lágrimas, escudo de versos, ferrado peto de oraciones, tupida cota de resignación, simbólica armadura de milagro que prestaba anhelos de heroísmo a todos los pechos, y que al acariciar el alma de los condenados a muerte se encendía en ansias de amar, en afán de sufrir y en la gloria de esperar a la muerte con vestido de gala, limpio de pasiones, sin afán de verganza y sin otras palabras con que vestir su gesto que aquéllas que vivieron siempre en nuestra memoria para saltar eternas, de nuestra inconsciencia infantil, a nuestra espiritualidad consciente y maduro. "Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo"....Y al caer la tarde, apenas ya sin luz, acabada la fiesta y sonriente el alma, bajo arcos triunfales de brazos extendidos, retornaba al silencio nuestro espíritu y volvían las rejas a ser hierro y las paredes de las celdas a su hosquedad, y el recuerdo de las horas felices a ganarnos, y la triste realidad de nuestras águilas distante y nuestra pena hondísima, intentando imponente vencer a la esperanza ¡Imposible, imposible!... La esperanza fué en nosotros hasta el fin, generoso regalo del Cielo.

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